Mujer…
no me dejes pasar sin haber
inscrito mi nombre
a puro fuego en cada puerta de tu
vida,
ni sin que veas, disimulado entre
las páginas del tiempo,
ese séquito de indicios que te
dejo para después de hoy
con el que habrás de comprender
la intención secreta de mis pasos,
esos pasos invisibles que nacen
debajo de tus huellas para rectificarte el rumbo
y se interponen continuamente
entre la oscuridad y tu caída.
¿Acaso no corrijo desde siempre
tu camino de errores
con mi esfuerzo de ángel en la
vereda de la eternidad?
¿Acaso alguna vez no te fui
arrebatado de un fulgor del futuro
por los esbirros del revés y el
infortunio?
Pero no temas.
Siempre he de volver.
Aunque me roben las reliquias que
llevo en cada mano
para traspasar el umbral que
lleva a tu misterio,
aunque el susurro que me anuncia
se haga viento
y choque contra el muro de tu
atención y se extravíe,
aunque se me quiebre el talismán
con que te invoco
en la noche que avisa que no
estoy y trae tus lágrimas,
aunque el manoseo de la lluvia
borre el vestigio del olor de mi caricia.
¿Acaso no he cambiado el vocablo
inservible en las tablas de la revelación?
¿Acaso no fui más que mortal para
adorarte,
aunque eso significara lo cruel
de mi destierro en otra lejanía?
No hagas caso a la gente cuando
te digan que no existo,
aunque sólo tú puedas verme.
No entienden que yo estoy en tus
manos,
que crezco por mí mismo,
que soy el canto impetuoso que
sale de los labios de tu dicha,
que cuando me llamas por mi
nombre y me convocan de lo alto
asumo la forma de tu sueño porque
debo llegar hasta tu orilla
para completar el designio de una
idea o borrar la sombra en tu sonrisa.
Porque broto y florezco en tu
sangre cada día,
aunque nadie lo crea.
Aunque nadie perciba este mundo
de siempre que ha llegado conmigo
y yo sea para todos nada más que
una luz o un jirón de niebla en lo intangible,
apenas un sol breve que nació
entre los muertos,
como un destello ritual de lo
imposible…
pero dile a ellos que yo al menos
te alumbro
esa ilusión de grabado celeste
sobre el minuto intacto de una estación querida.
Mujer…
nada me impedirá cruzar los
límites marcados
por Dios y por los hombres.
Eso nunca lo dudes.
No temas.
Siempre he de volver.
Esteban D. Fernández
Del Poemario: “De lo
que fue dictando un sueño”.
Sobre el
autor:
Yo soy un sueño, un imposible… vano
fantasma de niebla y luz. Soy incorpóreo, soy intangible…
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