Un borde bastaría para juntar abismo.
Los pies tras el pretil del vértigo
desembocando temblores al asomo,
y la cabeza gacha
y los ojos abiertos vaciándose al fondo,
limpiando la mirada de las sobras del día
que pesan en el cuerpo:
restos de un ver antiguo como bronce,
aceitunado,
enfermo de mirar.
Y las manos girando solo dios sabe cómo,
sustentando la altura,
acomodando el cuerpo entre capas de aire
para impeler el sueño:
de soplar la suerte de morirse uno en vida
o de dormirse sabiéndose ya insomne.
¿Y qué acontecería de ese estar en el límite?
¿Acaso el apetito se sacia con el hambre de la repleción?
Y el ningún lugar mapa y ruta en la frente,
haciendo la tiniebla,
existiéndola,
como esa luz que vive la vida de su sombra
cuando la noche es.
Martha Jacqueline
Del Poemario: Topografías del silencio.
Los pies tras el pretil del vértigo
desembocando temblores al asomo,
y la cabeza gacha
y los ojos abiertos vaciándose al fondo,
limpiando la mirada de las sobras del día
que pesan en el cuerpo:
restos de un ver antiguo como bronce,
aceitunado,
enfermo de mirar.
Y las manos girando solo dios sabe cómo,
sustentando la altura,
acomodando el cuerpo entre capas de aire
para impeler el sueño:
de soplar la suerte de morirse uno en vida
o de dormirse sabiéndose ya insomne.
¿Y qué acontecería de ese estar en el límite?
¿Acaso el apetito se sacia con el hambre de la repleción?
Y el ningún lugar mapa y ruta en la frente,
haciendo la tiniebla,
existiéndola,
como esa luz que vive la vida de su sombra
cuando la noche es.
Martha Jacqueline
Del Poemario: Topografías del silencio.