lunes, 31 de octubre de 2016

Las muertes...



       Cuando la noche de aquel treinta y uno de octubre, víspera del Día de Todos los Santos, Trinitaria cruzó como alma que lleva el diablo por la entrada de Santa Roche, oliendo a alcanfor y a polvo de especias, con el fardo de trastos religiosos amarrado a la espalda y con la redoma de perfumes colgando de la misma mano que la camándula; hasta algún que otro escéptico, dándole la mala espina de verla por aquellos parajes y a tan altas horas- persignándose a discreción- rezó un Padrenuestro.

     Tú Patrocinia, quedaste prácticamente muda como si todo el ánimo te lo hubiese congelado el espanto; y tú Cabrales, te encontraste de frente con el alma sombra, más ya no temes quedar rengo, o ciego, o loco; solo tú Serapio, sigues vagando como alma en pena, cabreado por los rincones y escupiendo pullas, como si la niña Santa hubiera tenido culpa o mereciera tales improperios. Acaso cuando partiste, ¿sus lágrimas no te conmovieron? Tú nunca fuiste santo de su devoción y sin embargo, casi pierde el respiro de tanto soplo sobre tu cabeza y de tanta vuelta de herradura para perderte el rastro. ¡Total! Eras solo eso: un metro y medio de pellejo cetrino por el que clamaba tu tumba. Patrocinia y Cabrales fueron testigos de que te luchó con uñas y dientes, asperjándote agua bendita entre cantos y recitativos para impedir la concreción de cualquier daño. ¡Serás ingrato! Pero tu aojadura ya no tiene efecto, al menos sobre ella, que no tiene la necesidad de prevenirla con azabaches o ropa roja. Por esa mala cabeza terminaste con pinta de sapo. ¡Sabrá Dios que tanto mal hiciste que se te revirtió! ¡Si ella hubiera sabido de qué pata cojeabas! Apuesto a que lo sabía, pero su corazón es grande y su alma limpia; no como la tuya, llena de larvas inexplicables. Tanto tú como esos otros santurrones deberían besar el suelo donde pisa. ¡Hasta el padre Nacianceno ha temblado al verla! ¿Ves? Ahora es la Santa y no la pequeña hereje que ardería en el infierno. Tú Patrocinia, sabes adonde se dirige y no puedes hacer nada para impedirlo. El camino está hecho y el pasado vuelve a rastras sobre sus pies. Como aquellos inexplicables gritos y visiones que le vinieron luego del desenterramiento aquel, ¿recuerdas? Allí mismito nació el majá de dos cabezas con el que la niña reptó hasta encontrar el primer ocultamiento. Aquel engendro de la naturaleza anduvo siempre idiotizado y sin rumbo; pero, en cierto modo, le valió para aplacar su tristeza. Ella logró recuperar la tierra que tenía la huella de Serapio, con la que habían cubierto el cadáver de Antioqueno. ¡Pobre infeliz! Acababa de morir y su cuerpo ni tenía la tibieza del trance. Entre trago y trago se enfrió de golpe; pero, a fin de cuentas, ¿qué iba a hacer? Si su mujer había muerto de un mangazo en la cabeza y no tenía más familia, prefirió nublarse la razón secándose de a poco las entrañas. Después de aquello comenzaron a pasar cosas raras. Primero vino lo del alumbramiento ovíparo de Charo, la joven amante del doctor Juliano Galvis; que, según las malas lenguas, en lugar de una criatura parió un huevo enorme de cinco kilos y medio: con pintas, plumas, rabo y todo. Tal impresión no la mató del susto como hubiera deseado; pero sí la dejó muda, tísica y en su sano juicio para que pudiera sufrir las sacudidas de sus visiones. Al poco tiempo ocurrió lo de Jubilado Pegrullo, el propietario de la hospedería “El Áncora”, que de la noche a la mañana se derrengó, quedó medio cojo y con las rodillas en forma de cabeza de guarro. ¡Y qué decir de los Basulto! Allí sí que pagaron los justos por el pecador. El castigo del hombre cayó sobre la cabeza de sus hijos. Doña Sidonia no merecía tal desgracia, pero hasta a ella le tocó purgar las culpas del marido. Con todo, lo peor vino después, cuando vimos a la tierra chuparse de un tirón el agua, dejando los embalses vacíos y los pozos secos; que al cabo, quedaron sepultados al paso de la tormenta de polvo que hostigó por cinco días entoldándolo todo. Luego nos fuimos yendo todos, poco a poco, a pesar de su rezo, la cruz y el rosario. Hasta el majá desapareció como reservorio de daño y a la postre, supimos que explotó como un siquitraque.


Martha Jacqueline

jueves, 27 de octubre de 2016

Fantasma (Versos sencillos)

Como un fantasma a tu lado camino yo… a escondidas,
te protejo del mundo cuando no hay nadie más
y si viras la cara y me miran tus ojos
soy tan tonto que tiemblo cuando nada verás.

Yo protejo tus pasos, soy amigo del viento
de la lluvia y las cosas que aún están por pasar
no permito que nadie de ti se crea dueño
porque eso es algo que no puedo aceptar.

Te contemplo dormida, vigilo tus sueños
y si tiemblas de frío soy aquel edredón
soy el agua que bebes y el mar bello que admiras
soy la estrella que miras, soy los rayos del sol.

Como una sombra marcho detrás de ti en la vida
donde quiera que estés lo puedes comprobar
dime tan solo que necesitas verme
y ante ti mi imagen aparecerá.


Esteban D. Fernández

Tu nombre



He fundado tu nombre en todo cuanto fui.
Pero ese no es el dominio de ninguna esperanza.

Desde allí no se llega al rostro del hechizo
donde es fuego la encina en las ruinas de Dódona;
ni el naipe de los días reconoce su acierto,
escudado en nombre de un azar,
que oculta las alianzas de conjuros y ofrendas
en los sobres lacrados del tiempo.

La soledad no es algo que dejó de existir.
Aún busco en lo triste de su arcilla lo ardiente,
la promesa del paso donde marchaste igual
que el relevo de un ángel entre las brumas del destierro,
cercano todavía como el instante del adiós
sellado por lo oscuro de todo cuanto tengo.

Tal vez fueron inútiles los ritos y los viajes,
ese buscarte a tientas bajo el pacto de nunca
dejarnos demasiado de la mano del sueño;
la carne de aceptarte en el prodigio que huye
del latido inequívoco de los deslumbramientos.

Acaso donde estoy otra vez todavía
llegues, con los ojos de amar, al fondo de lo cierto,
o urdiendo en los confines de la visión más íntima
develes el umbral de cada juramento.

¡Quién nos salvara donde el olvido alcanza
lo que no pudo nunca,
quién nos librara!


Martha Jacqueline
Del Poemario: "Si no fuera de ti"