Latinoamérica.
Fundación HRP.
Oficina de Relaciones Interplanetarias.
—McCall, soy el encargado del HRP. Tengo
acceso a todos los asuntos EC3 internacionales. Si algo hace peligrar la
operación, debo ponerlo automáticamente bajo mi radar. Así, que si tiene algo
que decirme todavía estamos a tiempo de evitar una catástrofe.
McCall se reclinó en su asiento y, con
la barbilla hundida en el pecho, trazó unos círculos rojos sobre el papel en
blanco.
—Hugo Tudyk —dijo por lo bajo.
— ¿Cuál es la fuente para dicha amenaza?
—preguntó Trento impaciente.
—La fuente es en extremo confiable. Este
hombre fue secuestrado anteanoche del hospital Psiquiátrico Sossamon. Según la
enfermera de guardia, tres individuos fuertemente armados irrumpieron en el
recinto amenazando con volar el lugar.
— ¿Y cómo se relaciona este paciente con
nuestra situación?
—Una de las enfermeras, Mónica Andrade,
dice que en los últimos días el sujeto estaba muy nervioso, diciendo
incoherencias. Sacó de la basura este trozo de papel, un dictado de Tudyk en
uno de sus momentos de crisis.
McCall le mostró un pequeño trozo de
papel garrapateado.
—3EC-21alfa765… —leyó Trento en voz alta
—. Es una fracción de uno de los códigos de lanzamiento de la operación “La
mano de Jauza”.
—Como ve, estas siglas no son de dominio
público. Pudiera no significar nada. Pero creo que no debemos arriesgarnos,
menos con los últimos acontecimientos.
—¿Qué sabemos de Hugo Tudyk? —preguntó
Trento acomodándose las gafas.
—Hijo ilegítimo de Rufus Tudyk,
exprofesor de física nuclear de la Universidad Popular. Fue sancionado y
expulsado de la cátedra por vender información del proyecto “Atomus” a los
chinos. Hugo fue el fruto de su romance con una camarera mexicana llamada
Amalia Soler que entró ilegalmente en el país en 1998. Ambos murieron en un
accidente automovilístico cuando Hugo tenía un año. Su tía Edna Tudyk se hizo
cargo de la educación del sobrino en contra del consentimiento de sus padres:
la famosa pintora Shanyn Tudyk y el próspero empresario de “Aceros Co. S.A”
Alan Tudyk. Hugo se graduó con honores en la Universidad Popular, fue el
primero de su clase… pero a raíz de su rompimiento con Ethel Uribe se le
diagnosticó esquizofrenia paranoide. Según su historia clínica él estaba
atormentado porque unos militares le estaban asediando por retener información
secreta del proyecto de su padre. El proyecto Atomus fue un fracaso porque al
final no se pudo estabilizar el componente clave para lograr la solución matriz
del proceso físico-químico necesario para la comparación visual con un patrón
preparado a partir de una solución estándar de plomo. Su enfermedad estuvo
controlada por diez años en los que trabajó como químico en los laboratorios
Lattes, un cargo muy por debajo de su coeficiente intelectual. Llevaba una vida
holgada gracias a la ayuda financiera de su tía que murió hace dos años de un
accidente cerebro-vascular. Este fue el detonante para que se revirtiera su
estado e ingresara en el Sossamon el 23 de febrero del 2013. Hasta aquí lo que
he podido averiguar sobre Tudyk.
Enrique Trento se quedó observando la
pantalla del monitor donde aparecía el pasaporte de Hugo Tudyk. Era un
individuo delgado, de ojos verdes y nariz respingada. Sus cejas, demasiado
próximas, le daban la apariencia de un ave. Tenía la mandíbula bien marcada, lo
que daba la impresión de un hombre fuerte de carácter.
—Las cámaras de seguridad colindantes al
Sossamon… ¿han podido detectar algo que nos ayude a identificar a los
asaltantes? —preguntó Trento con la barbilla hundida entre las manos.
—Un momento… —dijo McCall y pulsó el
intercomunicador. —Voynich… preséntese en la sala de reuniones.
Se escuchó una voz del otro lado del
aparato decir: “enseguida profesor”. Los dos hombres se quedaron mirando el
vacío mientras esperaban. Trento estiró las piernas y se levantó de su asiento.
Miró el reloj: faltaban 10 minutos para las 5 de la mañana. La puerta se abrió
y apareció la secretaria de Operaciones Encubiertas: Andrea Voynich. Llevaba un
cd de seguridad en la mano derecha.
—Voynich… ¿qué hemos sacado de las
cámaras de seguridad?
—Bueno profesor… los atacantes llevaban
puesto pasamontañas. Pero uno de ellos llevaba un tatuaje en la mano izquierda
que hemos podido identificar como los que llevan los judíos ortodoxos de la
secta Sharin en Jerusalén: Radjâna min el-djihâdi-l-ásgar ila-l-djihâdi-l-ákbar…
que quiere decir: “Hemos vuelto
de la pequeña guerra santa a la gran guerra santa”.
—O sea, que nuestros atacantes o son unos
fanáticos religiosos o provienen del medio oriente.
—La pregunta es… ¿cómo encaja Tudyk en
este rompecabezas? —dijo McCall
—¿Algún otro dato que arroje más luz
sobre este tema? —preguntó Trento caminando de un lado a otro.
—El coche utilizado en el secuestro fue
quemado en las afueras de la ciudad.
—Señores… hay algo que no estamos
viendo. ¿Un secuestro profesional para un objetivo aparentemente sin
importancia? Alguien oculta algún secreto.
—Hay otra cosa… —dijo Andrea Voynich al
tiempo que extraía otro documento del archivo.
—Usted dirá —dijo Trento.
—Tudyk afirma haber sido abducido
mientras dormía… a la misma hora que un enorme apagón dejó a gran parte de la isla de
Cuba sin fluido eléctrico: el 10 de septiembre del 2012.
—¿Lo entrevistó Carballal? —preguntó
McCall reclinándose sobre su asiento.
—Pues sí… Tudyk afirma que su captor proviene
de una galaxia cuyas características difieren un tanto de las de la Tierra. Su
morfología puede asimilarse a un elipsoide y recibe el mismo nombre de la
estrella en la constelación Orión: Betelgeuse.
—¿Será Tudyk sujeto de experimento sobre
los límites de control mental o ha estado expensas del empleo de algún arma
psicotrónica? —dijo Trento examinando el informe.
—No, ya descartamos esa posibilidad.
Conectándolo a nuestro EC3 hemos podido determinar valiosa información
confidencial. En su cerebro hay almacenados datos sobre tecnología aeronáutica
que aún no existe en nuestro planeta.
—¿Y aun así lo hemos dejado libre en un
psiquiátrico de poca monta? —preguntó Trento perplejo.
Voynich y McCall intercambiaron una
mirada.
—Tenga doctor Trento… —dijo Voynich
entregándole una carpeta negra.
Trento los miró a ambos y con un tono de
impaciencia preguntó:
—Señores… ¿qué diablos está pasando
aquí?
—Nos han dado luz verde para actuar,
pero usted dirá la última palabra —dijo McCall y cerró la puerta tras de sí.
—Proyecto “Betelgeuse” —leyó Trento con
determinación —. Ahora entiendo.
Tras unos minutos de silencio añadió:
—Procedan.
Martha Jacqueline